Naima Andrea

Rencor

La miras y sonries.

La ves allí, tan dulce y radiante,

tan vibrante y sonriente.

 

Y puedes odiarla, sí,

tan intensamente.

Y puedes aborrecer su sonrisa,

y la forma en que te mira, 

alegremente.

 

Y puedes entenderlo.

A él, que la lleva en su mente.

Puedes entender por qué la recuerda,

por qué su nombre tiembla en sus labios,

casi imperceptiblemente,

por qué sus ojos la llaman fugazmente.

 

Y puedes entenderlo, sí,

que ella esté siempre presente.

Que él aún la nombre,

que tu cuerpo se la recuerde.

 

Mas tu corazón no,

el no se engaña facilmente,

y desgarrado se debate

entre esa vida, esa muerte.