He aquí, bajo los dedos de seda de la brisa,
mi cardio ensanchado como en una sonrisa
latiendo a destiempo olvidando que existe,
pero tú no lo oyes porque tú no estás triste...
Él oye corazones latiendo de no sé dónde,
que, al igual que el mío, su latido responde
que habrá desdicha en cada rincón del mundo
y ésta se escuchará con un eco profundo.
Y si decir amor no es decir primavera
ni soñar la rosa de un jardín siquiera,
saborear la muerte será como soñar despierto
cual necio que vive ya habiendo muerto.
¡Ni el amor nos salvará del dolor de la vida
que naciendo en vano ya ha sido vencida!
(... Y es que son, tan sólo, ecos de sombra
los que mi corazón desvanecido nombra,
pues existe un dolor que no tiene nombre
y un amor sumiso que de éste se esconde)