Una vez más nos encontramos
y me recibes como a quien acaba de marcharse,
igual que siempre, te cuento, contesto tus preguntas
y abro las heridas de mi alma
para explicarte por qué deseo buscar otras orillas
donde el aire no permita a su aroma
sobrevolar mis sueños.
Suspicaz peguntas cuanto he dado,
si lo otorgado es comparable a lo que tú has recibido,
le he dado más que a ti, contesto avergonzada,
te has enardecido lazándome tu furia,
rugiendo cual fiera herida,
haciendo que escuche tu voz como un lamento,
como la herida honda del protector frustrado,
como el reproche del confidente abandonado
y abrazas mi alma para recordarme
que nadie como tú me merece.