Aunque seas primavera y yo otoño,
tu luz redentora
alejará de mi covacha de ermitaño
las sombras de la obscuridad
para que en ella
no se esconda más la penumbra.
Aunque seas río de tumultuosas aguas,
apaciguarás tus ímpetus
para que yo reciba en mi adolorido cuerpo
el bálsamo de tu líquido elemento.
Porque tú me amas y yo te amo.
¡Amor tantas veces esperado en mi soledad!