Te amo desde el primer instante que supe de tu existencia
alojarte en mi vientre fue una increíble experiencia
verte crecer, llevarte como zarigüeya amarradito a la cintura
acompañarte en tus primeros pasos
luego soltarte y dejarte ser un poco libre
con el corazón sobresaltado pidiendo a Dios que te guarde.
Ser testigo de tus éxitos y fracasos en la escuela
compartir tus lágrimas y soportar tus pataletas
acompañarte en los sustos de doctor
y en las convalecencias
y agradecer a Dios infinitamente por la salud devuelta.
Depositarte bajo el amparo de nuestra Madre Santísima
que te cuida y guarda en su corazón
y compartir contigo mi experiencia de vida
en tus momentos de confusión.
Ver cómo te enamoras
y encelarme un poco
pero dejarte ser pues al fin y al cabo
es tu adolescencia en pleno gobernando anhelos.
Tus ojos, tu risa, tu carisma
han sido mi alegría todos estos años
has endulzado mi vida y le has dado
el ingrediente especial para hacerla amable.
Hemos tenido pruebas duras
y hemos medido fuerzas en esas luchas
para darnos cuenta al fin, que la única fuerza que perdura
es la que nos mantiene unidos
sin importar las circunstancias.
Siempre estaremos, incondicionalmente,
hombro a hombro
el uno para el otro
serás siempre mi bebé grande,
el que nunca crecerá por la ternura
pero te convertirás en un hombre
bajo la tutela de Dios que guiará tus pasos.
Y te amaré hasta el fin de mis días
Y más allá…