Establo de luces donde crecen razones
para suspender
el silencio extranjero de la cuaresma roja en tu cabeza.
Tu cabeza que es un monumento para amar la patria
y morir decapitada,
por izar la bandera en el pueblo atemporal tuyo
creciendo a un costado de mi libro de ausencias.
Deja que me quede con el eslabón del sueño
déjame con la gravedad amarilla de un sol mecánico
No te lleves la frontera del mar en tus mapas de arena
elévame en la soledad de los animales que escapan
del hombre que cuelga su sonrisa en un globo volando
Deja que seamos esos,
esos que viven con cigarras enamoradas en sus bolsillos
y un cuarto de sangre para sentirse vivos.
Deja que la noche sea,
el pie hallando
la economía politeísta de nuestras sombras.
Religión del nadie que hace del pájaro
un sitio para morirse y vivir nadando..