jonan eduardo

Mi sol

Había llegado el fulgor con su serena rutina;
entraba y tocaba todo a su paso,
como si fuera el gran propietario,
de lo que no le pertenecía.

Buscaba en llenar los cuarteles sombríos,
desvanecer la pereza que nos derrotaba,
y encantar todo lo que no nos gustaba.

 

Porque nunca se cansaba de hacerlo.
Lo único que le importaba era;
hacer florecer  a lo que tanto tiene,
 llenada de vida a su alma.