Conocí el camino que me lleva al éxtasis, camino eterno en subida, el camino que alguna vez habrán hecho los dioses. Las nubes que rozan mis pensamientos, las nubes que nos tocan y nos elevan.
No quiero morir en la ciudad, tanto tiempo he vivido allí, he nacido para no darme cuenta que hijo de la tierra soy. Heredero de las virtudes de la naturaleza, puedo ser más libre de lo que aún imagino. En la jungla de cemento atrapado estuve, contenido, mis ojos se han saturado del paisaje urbano. Bastó solo un viaje para iluminar mi mente. Conexión puro entre almas y cuerpo, el silencio del aire, la noche en movimiento.
La música y los cuerpos danzando al fuego, el agua que moja nuestros secos labios. No se necesita más para vivir. Quizás el frío luego me azote, pero el Sol saldrá a curar mis heridas.
Cada vez más largo el camino, cada vez disfruto más de caminar. Descubro que he dejado todo eso que me importaba porque en verdad no sirve para nada, no tengo más compromiso que el de subir, bien alto, el de subir y ver el cielo cada vez más cerca de mí. Aquí no hay tiempo que apremie, no existe la cronología. Solo muere el Sol y al otro día vuelve a nacer, su hermana la Luna hace lo mismo, no atrae con su energía, nos une.
Quizás los dioses hayan sido humanos que subieron y nunca dejaron de subir hasta llegar al cielo, y en la inmensidad quedaron, no atrapados, sino encantados, quizás el cielo sea el destino final de todas las almas puras. Hacia allá iré. Solo contemplaré un rato las sierras, la vegetación, los colores que me rodean….