Quien hubiera creído, que una blusa sola, ocultara sensualidad pura,
Dibujando la suave línea de sus senos, gallardos, tensos,
Capaz de inclinarnos al silencio de la admiración, y el agradecimiento.
Quien hubiera creído, que era capaz de hacer temblar el agua,
Mientras me encontraba asomado a su misma fuente,
Espiada, acariciada, sin tocar un centímetro de su piel.
Su mirada picarezca, a su vez, anhelaba y animaba al poeta
A reclamar una tarde-noche, a averiguar su terreno virgen,
A limpiar sus horizontes de niebla y de hiel
Quien hubiera creído, que la sensualidad desmedida
Durmiera así en su piel!
Jordi