Hay personas que son como el olvido
y se enorgullecen al decir que todo les pertenece
y ponen en su entonación de flauta dulce
todo ese encanto que dan las palabras azoradas.
Tienen como él ese tedio que nace de la piedra
y se extiende en los riscos y cañadas
como las raíces calcinadas de la hiedra
que al morir se llevan las brisas a la nada.
Sin embargo se levantan con ínfulas de tromba
a desafiar las horas y las lágrimas
para darse cuenta al caer de la tarde
que de aquí se van lívidos y fríos
como los cirios que iluminan su mortaja.