RICARDO ALVAREZ

1- SUAVE ALMA - 2- PRISIONERO

1- SUAVE ALMA

 

Te amo en el vibrar

silencioso del abanico

entre el sigilo de las ramas caucas.

Algo de la verde foresta

te implantó acuarelas

de pinos y bajo mis pies

recogí hojas de estío.

Te amo en tu país de sombras

o de grillos,

en el giro de tu boca

repartiendo felicidad en gritos.

Te amo al límite del dolor profundo,

en la comunión de las aves amarillas

perpetuadas en el cielo.

En la castidad de tus manos

doblando girasoles,

en los campos de agua magna

donde aclaré la inútil vergüenza

de extraviarme en tu propio pelo.

Con sales de olas amo

tu piel de salvaje begonia

hasta las espinas que lleva tu espalda,

y en el dominio de tu boca

ensanchada de plata

desde los crepúsculos

hasta los ocasos,

donde el misterio del viento

hincha sus rosados pómulos y

sopla horizontal la nave

de dos velas jalonadas.

Del tiempo que la música

se enamoro del sonido

y nació el hijo digno que llamaron canto.

Te amo aun en los muros de la fusilaría

donde la palabra es un rumor mudo.

De mi dolor que se esfumina

mientras remiendas mis pantalones

con manos artesanales.

Tienes la formula exacta para llegar a mis talones

y soplar hasta mi cuello vuelo de libres mariposas.

¡Amo!

Ningún pie amé antes que tu paso.

en las décadas que frecuentaba los puertos,

hoy abandone viejos retratos

desde que llegaste con tus mareas.

Te sigo con marcha leal tras las fronteras

hasta el espacio que crió tu cabellera.

Juntos tallamos viejos maderos resucitados

renovando fuerza en nuestras venas.

Bajo un cielo azul compañera,

las trenzas de la lluvia

guardaron tus lágrimas en el libro de la tierra

y en el árbol de la memoria

plantado en nuestro jardín de diamantes,

donde veo brillar tu sombra.

Cincelé un trozo de viva madera

grabando tu nombre,

con la fuerza de mis manos

y la suavidad que habita tu alma.

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3- PRISIONERO

Sin Dios y

sin playa.

Sin una horizontal raya

de panorame en la visión.

Dentro de la vertical de los metales,

ciego de luces en su dimito espacio

el aire empobrecido respiraba ahogado

aroma a flores plásticas sin nombres.

 

Rescata los recuerdos húmedos de su amada

que sobrelleva en lejania su vida cautiva.

Del tiempo del parral era su pelo de ambrosía

que aliviaba la pena en su mirada extraviada.

Aceptó la condena entre barrotes oxidados

al momento que evocaba sus manos alucinado.

La luna compañera se recostó a su lado,

mientras recuperaba fragmentos de soles,

cartas plagadas del amor de quien lo amaba

y un sello de lacre en dos rojos labiales.

 

Un día desenredando el hilo de la vida

lo halló con maligna sonrisa la guillotina.