AGONÍA
Atada tengo el alma,
el corazón en mil pedazos,
vacías las abiertas manos
como un signo al infinito
de ayuda en muda queja.
Sollozos ahóganse en mi pecho,
las lágrimas a brotar no llegan,
secos los ojos ya sin luz parecen,
a tientas mis pasos al abismo
dirijo con incierto rumbo.
El sueño, ha tiempo no consuela
mi atribulado y moribundo pecho
y si un sutil letargo alcanzo,
no es medicina que alivie
el dolor que ahora me acompaña.
Mis labios cual los del payaso
demuestran alegría vana
y un remedo son de mi tristeza;
a comprender mi mente ya no atina
en qué futil momento oscuro
la esquiva dicha se esfumara,
y cual mendigo voy pidiendo
aquello que no ha mucho me sobrara.
Un rey me pareció que fuera,
rodeado de atención y de cariño,
del más casto amor me embriagaba,
bebiendo sin saciar mis ansias
dejeme llevar por la ambrosía
del perfume florido de mi huerto.
Mas, hoy al despertar me encuentro
macerado el corazón, enferma el alma,
las manos temblorosas, la cabeza cana,
un guiñapo mi torturado pecho,
ajada la piel, desgarbado el cuerpo;
se me pasó el tiempo sin sentirlo.
He de seguir luchando solo,
amando una quimera vana;
contra la tempestad enhiesto,
fuerzas he de sacar de mi flaqueza
para defender mi hogar, mi cielo,
todo aquello que con las uñas
en tanto tiempo construyera,
animado por la ilusión de que mañana
un nuevo sol mi senda alumbre
y nuevos vientos mis velas inflen
hacia un mejor destino.