Anoche tuve un extraño sueño.
Un sueño que aún repercute
en mi mente y en mi alma.
Soñé que caminaba
por un desolado campo.
Hacía mucho calor,
y mucho mi cuerpo transpiraba.
Caminaba y caminaba...
Sin destino.
Sólo por el hecho de caminar...
Había mucho viento.
La tierra del campo
danzaba por el aire.
El sol era agobiante.
Estaba extenuado.
Me senté sobre un árbol caído.
En derredor existían algunos
árboles con poco ramaje.
Un poco de sombra daban.
Me levanté del árbol,
y continué caminando.
El viento silbaba
sobre mis oídos.
Súbitamente, escucho una voz.
Era tu voz.
Me decías: " Estoy contigo".
Una y otra vez repetías
esas dos palabras...
"Estoy contigo, estoy contigo..."
Miré a un costado,
a otro y a otro...
Te buscaba... y no te encontraba...
Miré hacia el cielo,
celeste y con algunas nubes,
que vaticinaban una futura lluvia.
Ella llegó...comenzó lentamente...
Y después se convirtió
en una torrencial lluvia.
Estaba desprotegido.
No sabía dónde dirigirme...
Pero esas aguas fueron
un bálsamo para mi cuerpo.
Físicamente me sentí reconfortado.
Pero seguía escuchando tu voz:
"Estoy contigo, estoy..."
Sonaba triste y dulce.
Tal cual como es tu voz.
De pronto, después de caminar
un par de kilómetros,
encuentro en el camino una capilla...
Entro. Solo una persona
estaba sentada en la primera
fila de bancos, delante de
un humilde altar.
Me acerco. Me siento al lado
de esa mujer. Eras tú.
Eras tú, amor.
Nos miramos. Nada nos dijimos.
Tenías lágrimas en los ojos.
Te abracé y te besé en los labios.
Y me dijiste: " Estoy contigo, ahora
soy feliz".
Te contemplé sorprendido.
Te pregunté: "¿Te sientes bien ahora?"
Me respondiste:
"Amor... qué extraño todo esto.
No siento más dolor.
Mi desesperante dolor
ha desaparecido".
Contemplé en el altar
la imagen de Nuestro Señor.
Me adelanté. Me postré.
Junté mis manos.
Las cuales estaban
muy transpiradas.
"Gracias Señor, gracias", dije.
Tú te acercaste a mí,
tomaste mi mano.
Nos las apretamos fuertemente.
"Qué alegría siento amor...
La dicha de que existas
es para mí tan importante...
tan importante...
que si no fuese así,
hubiese determinado
extinguir mi vida".
Nos besamos.
Y a los dos, nos invadieron
las lágrimas.
Nos quedamos cada uno,
con nuestras manos
en el rostro,
llorando por tanta felicidad.
Dios realizó un milagro.
Desperté...
Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto - 06/02/2013