Oscar Perez

Del malvado

Del malvado

 

Y hablando del malvado, aquí me tienen,

no busquen en la cárcel más siniestra,

no escruten en horrendos expedientes

ni escarben en la historia tras sus trapos más que sucios. 

Yo soy el asesino, dejé morir mil esperanzas,

pues el extraño no le hablé, no me abracé con el de harapos

y al niño vi llorar sin importarme el trompo roto

ni sus zapatos de piel cruda y azulada en plena charca.

Soy el mentor del criminal, lo he permitido

por mi omisión y por mi acción en pro del dolo impune,

ya sea en la opresión del pueblo por tiranos,

ya sea en el vil azote con que padres y maestros

fundaron más de algún didáctico principio.

Ya sea en el maltrato del que ofende al ser amado,

como en el golpe insano y repetido en plena calle

por el agente policial, por el ministro y por sus huestes,

ya sea en la agonía de los heridos en mil guerras

como en la herida de sus deudos que no encuentran

aún ninguna cura ni consuelo entre las cortes..

El malvado, pues, soy yo, soy el vecino

que no impidió la muerte del caído,

que no cargó la cruz del pordiosero,

que no cedió su pan al hambre humana

ni comprendió que el sol era de todos

y no del que lo mida y privatice.

De pie y de traje voy, sé de mis culpas,

no excusa el proceder verlo a infinito duplicado

en tantos como yo de vista gorda a la agonía,

de piel de plomo a la piedad, de raudos calamorros

a la hora de correr a las trincheras de la infamia

y de sangrientas manos sin piedad en el asalto.

Y estoy aquí sin más, expuesto a la lujuria

de los románticos y justicieros que a mi cabeza ponen precio

sin ver el íntimo prontuario de sus vivencias palpitantes

ni la eterna tentación de sus serpientes personales.

No sé la solución, mas no pretendo enmascararme

en pleitos sin razón sobre la cura de mis males,

sobre la causa de mi sed, sobre el destino de mi sangre.

Sé que es posible otra heredad, pero no me usen como al chivo,

no me claven en sus cruces sin antes ver sus propias lacras,

los besos de traición y los denarios del sonriente

y la tremenda iniquidad que han registrado nuestros libros.

Tal vez si sopesamos la verdad de lo vivido

veremos que la luz no está en la cárcel de las almas,

más bien la libertad definirá lo que es justicia

y a este malvado que yo soy le pida cuentas de cada acto

con que no honró la dignidad de nuestra especie y nuestro propio

laberinto natural en el vaivén de lo creado.

 

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31 01 13