Miré mi reloj y eran los 12 clavadas. Laura y yo no lo podíamos creer, ¿cómo nuestro paseo nocturno podía volverse una lucha entre la vida y la muerte? Estaba agitado, estábamos agitados más bien. La carrera desenfrenada entre los angostos pasillos de aquella villa desolada nos había dejado exhaustos. Sin embargo, seguía manteniéndome alerta, algo me decía que esos malditos perros de uniforme no iban a dejarnos salir con las nuestras, más aún con todas las posibilidades a su favor. Jamás entendí el motivo de su persecución para con nosotros. ¿Acaso era un delito circular por la vía pública un viernes a la noche con tu novia? Algo raro había, los oí gritar un nombre….Fabián creo, o algo así. Ese nombre no era mío, y sospecho que ese delito que me intentan imputar tampoco lo es.
La miré a Laura, parecía aterrada, su hermoso rostro denotaba cansancio. Quise decirle mil cosas, quise desearle tranquilidad, pero no pude, solo atiné a mirarla con desesperación, dejándole claro que nada malo había hecho. Lamentablemente esa mirada poco duro porque volví a sentir los pasos de esos policías. Miré hacia atrás y los vi desenfundar sus armas y apuntar a mi rostro. Tomé a Laura de la mano y comencé a escapar a toda velocidad, el deporte tenía su efecto en mi cuerpo y por eso no caía de cansancio, sumando también una alta dosis de adrenalina.
Pero aunque mi energía era mucha y mi deseo de escapar también era mucho, los policías lograron detenernos. Los golpes que recibimos y los insultos nos dejaron atontados, la sangre me cubría los ojos, por los párpados detecté las luces de un patrullero. Sentí como me arrastraban hasta el móvil, sentí como el auto arrancaba y sentí como mi corazón se hacía pedazos.
Una vez en la comisaría, los policías volvieron a golpearnos. Y yo, con mi cara destrozada y todo, reclamé mi derecho a llamada. La respuesta fue otra golpiza.
Pasaron muchas horas, Laura y yo habíamos sido puestos en celdas distintas. En la mía encontré un muchacho, muy sucio y muy golpeado también. Me dijo que se llamaba Leandro, que había caído en cana por fumar pasta base. Me contó que la “yuta siempre detenía a cualquier gil que andaba girando cerca de una villa sin motivo alguno, así de garrón”, y que la causa de esas detenciones furtivas era que durante el mes la policía no agarraba a nadie, entonces llegaba fin de mes y necesitaban llenar planillas. Así que de esa manera caí, por gil. Leandro contaba que muchas veces la policía le secuestraba el carro con el que él cartoneaba y le decían que para recuperarlo tenía que pagar 500 pesos, que claramente el no tenía, y le decían que si robaba para ellos, se lo devolvían. Leandro un par de veces lo hizo, me contó, pero un día se pudrió, porque él no quería robar, él quería trabajar, eso fue lo que le dijo a los yutas. Por eso, lo detenían todo el tiempo por cualquier cosa. La historia de este pibe me había dejado en shock. ¿Cómo podía ser que quienes supuestamente protegían al pueblo hicieran esas cosas? ¿Cómo esas personas de mierda son responsables de cuidarnos?
Pasaron algunas horas más, cuando un policía abrió la celda, y me dijo lo siguiente:
-Ya está pibe, ya llegaron tus antecedentes, tomatelá vos y tu noviecita.-Me dijo un gordo policía sin ganas de nada.
-Pero yo nunca di mis datos, ¿Cómo buscaron mis antecedentes?-Respondí yo.
-Mirá flaco, no me rompás las bolas, ni me cuestiones porque si no te comés 5 noches más acá, y te cagamos bien a tronmpadas, agarrá tus cosas y rajá de acá antes que pierda la paciencia-Así me contestó el policía.
Salí corriendo de esa comisaría. Mala noche, mal momento. Por suerte mi vieja tenía entendido que yo me iba a quedar a dormir en lo de Seba, un amigo mío, así que no tenía de que preocuparse. Acompañé a Laurita a su casa y me quedé durmiendo con ella…
Unos meses después, mirando tranquilamente una tarde de verano la televisión, vi una noticia que me heló la sangre. El titular del noticiero decía: 4 MESES SIN LEANDRO. Y en la pantalla, una foto del pibe que había estado esa noche conmigo en la celda. Luego, un titular más chico decía que había sido visto con vida por última vez el 9 de septiembre, la noche que a mí me habían detenido. Y luego salió su madre hablando, pidiendo por favor que si alguien lo había visto que le avise a ella. Lloraba la madre desconsolada. Y ese fue mi destino, en plena villa Puerta de Hierro, fui a la casa de la madre de Leandro y le conté a ella, cara a cara, el momento que había compartido junto a su hijo, quizás el último momento de Leandro. Ella llorando me abrazó y me agradeció, y juntos fuimos a hacer la denuncia a la Municipalidad, pues sabíamos que en la comisaría estaban esos mismos asesinos y que corríamos peligro haciendo la denuncia allí. En la municipalidad nos atendió un muchacho, Gonzalo Rodriguez dijo que se llamaba, que tomó nuestros datos y nos escuchó con atención y nos prometió que iba a hacer lo imposible para que esos malditos vayan a la cárcel…
Hoy pasaron 4 años desde esa denuncia que hicimos, de Gonzalo Rodriguez nadie sabe nada en la Municipalidad y todos nos venden promesas que sabemos que no se van a cumplir; Nélida,( madre de Leandro), Julián, (hermano de Leandro) y yo, sin embargo, no nos rendimos, y seguimos reclamando justicia por él y por muchos pibes más que fueron asesinados por esa policía de mierda. Algún día se hará esa justicia y podremos enfrentar a la cara a esos asesinos y decirles que clase de basuras son ellos.
Pero mientras esos hijos de puta patrullan las mismas calles que alguna vez caminó Leandro, las transitan libremente y siguen con su impunidad al hombro. Algún día la van a pagar.
POR TODOS LOS CHICOS QUE DÍA A DÍA SON ASESINADOS POR LA POLICÍA ARGENTINA, Y NUNCA RECIBEN JUSTICIA. PORQUE ALGÚN DÍA ESOS ASESINOS PAGUEN CON AÑOS DE SU VIDA LAS ATROCIDADES QUE COMETIERON.