Lluvia, ave péndula de los árboles
que yerto su destino de blandicias
y de buganvillas fatigadas su follaje,
morirá… y aun moldeado en tu caricia
no quedará ni un rastro de su viaje.
Y de tanta transparencia contenida
cuando vuelva el cielo a desangrarse,
a un paso de la muerte te sitúas
como un juramento que ha llegado tarde.
Tú y yo nos buscamos en mi ventana
−que aun caídos los sueños rotos
en campánula de las charcas−
eres tibio licor de llantos blondos,
de un diluvio que repentino me llama
para beber en abrazo de su gozo
un frescor de eucaliptos y de cañas.
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia