Carlo Enrique

A una dependienta

 

 

No me dejes solo, costumbre. No te lleves tus ojos a paso doble hacia el supermercado. Yo te amo y el espectáculo de los niños de nuestras cabezas no debe esperar a la catástrofe de la distancia.

Yo renunciaré al aislamiento de cuero y fino cartón y edición popular tres soles. Pero no me confines al rincón del aseo, al de las latas chancadas que puedes sustraer.

Aunque pensándolo bien, así agarras pena y me llevas en tu bolso a dar una vuelta por tu cocina, y cuando me abras quizás te eches a llorar. Entonces yo, aun manchado de la conserva diré: mírame todavía no expiro y si respiro es por tu gracia de huir, así que agradezco los tacones y los celos, porque, mi bien, si he de codiciar algo, es tu cariño.


Carloenrique