Querías mi presencia.
Aquí estoy. No pude llegar antes.
Me miras como si fuese
de otro planeta.
He bajado de la nave
y aterricé aquí,
en mi casa, donde encuentro
a mi esposa, estupefacta
por mi presencia.
¿Acaso no me esperabas?
Recuerda que me llamaste.
No, no lo recuerdas...
Estás muy desmemoriada.
Discúlpame. No ha sido
mi intención ofenderte.
¿Estás tomando tu medicación?
No comiences a insultarme.
Quedamos en que tu vida es tuya,
y la mía es mía.
Acordamos una separación.
La hemos llevado a cabo.
Tú misma comenzaste pidiéndola.
Ya está consumida.
¿De qué quieres que hablemos?
De nuestro pasado,
de nuestro presente
o de nuestro futuro.
Elige cuál de esos tiempos.
Todo hubiese tenido solución
si tú me hubieses respetado más.
Claro, tienes razón...
Tampoco yo respeté las promesas
que hicimos como esposos.
Con las promesas
que damos delante
de un sacerdote,
de Nuestro Señor,
amistades y parientes.
Después suceden acontecimientos
como los que nos sucedieron,
y las promesas se rompen...
Y nuestros corazones quedan
lastimados, resentidos...
El ayer feliz pasó, se extinguió.
Nos merecemos un diálogo.
Pero... tantas veces hemos dialogado...
Y nunca nos hemos puesto de acuerdo.
¿Por qué me miras así?
¿Piensas que no es cierto
lo que estoy diciéndote?
No puedes negarlo.
Te hartaste de mí.
Tenías razón, me porté mal.
Me harté de ti,
tenía razón, te portaste mal.
Ambos nos hemos comportado
como no tenía que haber sido.
Te quedaste con nuestro hijo.
Y yo no es que me haya
liberado de él,
como me dijiste.
Lo amaba y lo amo tanto como tú.
Pero acepté y acepto
que lo correcto es que
esté contigo.
Ayudé a que naciera
porque ha sido fruto
de nuestro amor.
Lo amas y lo amo.
Pero lamentablemente...
nosotros debemos seguir
con los trámites de divorcio.
Él ya tiene su novia,
y pronto han de casarse.
Dios permita que sean felices.
Y que no tengan nuestro
mismo final.
Ahora las parejas se casan
y por cualquier desavenencia,
se separan.
Las nuestras fueron varias,
no solo una. Varias.
Y fuertes. No me grites.
Serénate. No te sientas mal,
de todas maneras, tú
ya no me amas.
Y yo he dejado de amarte.
Nuestros sueños del ayer
se han derrumbado para siempre.
Habla. Dime algo. Lo que piensas.
Pero no me insultes.
Trátame con más suavidad.
No me alteres. Sabes de mi carácter.
No quiero retribuirte
con gritos, ni con ofensas.
Entonces... nada más tienes que decirme.
Vine porque me llamaste.
Y nada más tienes que decir
porque no te permito
insultarme ni gritarme.
Está bien. Voy a retirarme entonces.
Mañana he de encontrarme
con nuestro hijo.
Lo invité a cenar en casa
junto a su novia.
¿Quieres venir tú también?
¿No? ¿por qué me miras así?
Tus ojos nada me dicen.
Será entonces, hasta otro momento.
No te olvides de tomar
todos tus medicamentos.
Hasta pronto. Cuídate.
Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto - 08/02/2013)