Oscar Perez

Oración del ciudadano

Oración del ciudadano

 

Considerando, mi ciudad,  el fin de las razones,

el tiempo sin pudor que se vive y se escatima,

la legítima lección del ya nada te sorprenda,

la soledad manida de ocaso y borracheras,

desestimando el miedo al miedo por el miedo,

enarbolando el asco como preámbulo al respeto,

desafinando en noches vestidas por tu sombra,

yo te busqué en los labios que me abriera cada esquina,

yo te extrañé en las borras del café tras cada orgasmo,

mas no marqué tu número por miedo al gran rechazo

ni devolví mi pie a tu puerta, por miedo a ver allí

otros pies descalzos ya del todo.

Yo no supe medir, ciudad, tu desventura,

creí que aquella fuente y los árboles del parque,

creí que las palomas y aquel río humano y triste

te resarcían siempre del agravio del olvido,

del crimen del portal, de la novia abandonada por sus hijos.

Pero en rigor no ofreces ni hay en ti más magnetismo

que el de un dolor del que tú misma olvidas las raíces,

que el de un sabor cuya presencia alude al cielo perseguido.

Amnesia, corazón, llaman ahora a tus destellos,

cuando, dejando atrás el mar, ya no te importa

desangrar tu cola de sirena entre las peñas,

ni te importa que tu voz no nos seduzca más que tus pezones.

Ni unicornio ni delfín fui yo jamás en tus riberas,

pero en tu sal guardé más llanto que en mis huesos

y en tu asfalto al naufragar ya no volví más a tu arena.

Sólo regreso a los besos del azar desventurado,

y mi pabellón  se irá sin ti y sin suerte

o contigo, ciudad, y timoneando

en contra de la muerte y del  olvido,

es decir a favor de nosotros y de un nuevo tiempo de esperanzas.

 

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