Para aquella muchacha
de la cual se me escapó el tiempo,
para aquella de rostro
por quien se sonrojó el mío.
Para aquella que reía
en los charcos de marzo.
Nos tocó cruzar al vuelo
las miradas por las piedras.
Para aquella que no me amó
por lo que yo sufría,
ni sufrió por lo que yo amaba.
Y todavía me pregunto
por qué su equinoccio en mi alma,
por qué mi muerte en la suya.
Para aquella muchacha,
ya mujer; siempre mujer y escarcha.
De cuyos brazos no toqué el alba.
para aquella va mi adiós postrero.
Para aquella que no me amó
por lo que yo sufría,
ni sufrió por lo que yo amaba.