El aullar de lobos, se oyen a lo lejos, ni luna llena es, pero lo hacen, para asustar. En la floresta de la falsedad, en que vivimos, los atraen en busca de seres indefensos. No buscan comida, solo, bienes materiales, es la diferencia que hay entre lobos verdaderos de los fingidos. No les tengo miedo, como tampoco a demos con cara de ángel.
A todos distingo, ya conocí a muchos, alguno quizá conmigo vivieran y eran “amigos”. Pero llega siempre el momento de la verdad, cuando menos esperamos, callados, silenciosos, garras afiladas, dentro de guantes delicados.
¡Si supieran el ridículo que son! Haciendo que no se, vivo con los cinco sentidos, en alerta, seguro que no me cogerán. Ellos, sí, algo los parará, “el hombre pone y Dios dispone”, no tengo garras, ni guantes, en mis manos durezas de trabajar sí, al mismo tiempo blandas, como piel de niño, para hacer caricias.
En carnavales una piel de cordero podrían poner, les quedaba bien. Tristes desventurados, que andan por el mundo, sin dignidad ni frontalidad, por lo menos un poco agradecidos tenían obligación de estar. Pero ni eso, nada a no ser intentar atacar víctimas que lo único que hicieran fue dar, muchas veces lo que les hacía falta.
Lobos, los hay por toda la parte, lástima que no ataquen las consciencias de quien, frio y deshumano, olvida que están usufructuando, de los que abandonados pasan la vida en autobuses, con sus pases sociales, delante para tras toda la tarde, pues no tienen para dónde ir. Hace poco tiempo aún tenían el café de toda la vida, para jugar con los amigos su partidita de cartas. Hoy prohibidos de fumar, no van.
Pasan por edificios abandonados como ellos y piensan “yo he trabajado aquí.” Los mayores son nada para estos engarabatados, que mandan sin saber hacerlo, en nosotros. En la libertad de cada uno, enfermos, en hospitales, que sin un vaso de agua, beben la de la jarra de flores medio podrida, mueren mojados en su orina, miles en pocos años, esto ha pasado y pasa en Europa, en países de pompa y circunstancia. Vergüenza, de ser europea, mucha.
Siempre quejándome. No escribo a unos ojos bellos e penetrantes, ¡que me hicieran tan feliz! En mi corazón vive, pero tengo que gritar mi dolor, por tanto desprecio y maldad, de quien no es más que lobos disfrazados de cordero, sim alma ni humanidad, enfermos de la arrogancia e frialdad, que aplastaran la caridad en el sentido común que un hombre tiene que tener, para serlo. Me pongo en el lugar de los indefensos, una rabia sorda me invade el corazón, no tienen derecho, a tanta crueldad, lobos hambrientos de vanidad y del poder, pobres viejos, pobres seres humanos que hicieran lo que gozamos, sudando bajo sol impiedoso, para ahora, ser tragados por estos lobos, que cambiaran el nombre por políticos y doctores y que sin haber hecho nada son los que matan haciendo de cuentan que lastiman lo que en realidad pasa.
Si tuvieran poder, seguro que una limpieza haría, por lo menos devolvería en gratitud todo lo que nuestros pobres y tristes viejos hicieran por nosotros.
¿Derechos del hombre, que es? ¿Liberar los corruptos?¿Perdonar a quien roba? ¿A quién levanta falsos testimonios? ¿A quién mata? En nombre de la justicia, no vendada pido un poco de humanidad, honradez, dignidad y respeto por el próximo. Si es posible.
Oporto, 8 de Febrero de 2013
Carminha Nieves