A diario entona las notas tristes de dolor
frente al mar donde lo vio zarpar,
pidiéndole que no la dejara, peor aún con
el bebé que crecía en su vientre.
Rezaba a diario por su amado que volviera seguro
y con sus manos en su vientre siempre el amor
le daba a ese pequeño ser que jamás conocería
a su papá, sumergido en el dolor de las agua del mar.
Su agonía era letal, y cada vez entonaba más fuerte
las notas musical, un himno cristiano ya viejo y casado
pero con fe movía montañas, solo que él no volvía
consumiéndose en lágrimas y el dolor de su adiós.
Ya casi era fecha de dar a luz a su bebé y bajo la luna llena
vio venir un enorme barco solo que era en su imaginación
y llena de amor con su amado vieron nacer un bello varón
al cual lo llamo como su amor.
Hoy siguen los dos ahí frente a la mar, cantando, soñando
pidiéndole al señor que una vez más vuela el amor
la alegría y felicidad para acompañar huna dulce mamá
que espera con sus brazos abierto al dueño de su corazón.
Escrito: Francisco Gaitán Downs.