Hora de la comida. Es el almuerzo
que con tanto cariño me prepara
la esposa dulce, con destreza rara,
pues le deja el sabor de un lindo verso.
Sin vacilar siquiera y sin adverso
rigor, tomo mi plato y la cuchara
y aún sin que ofrecérmelo pensara
le como y dejo el recipiente terso.
Arroz y carne y ensalada rica,
el fresco que de gusto me salpica
la barba y fue la manga servilleta.
Así transcurre y pienso ya en la cena
y en el café que hará la esposa buena,
feliz amando a su glotón poeta.