Me aguardaba en Madrid
Nerviosa, sólo leía banalidades.
Acepté un trago y me zambullí en sueños profundos.
Faltaban tres horas cuando decidí cambiarme. Debía verme perfecta.
Informal, foulard y camisa blanca. Estela de Boucheron.
El tiempo transcurría lentamente, como si fuera adrede.
Reanudó Morfeo su labor y me entregué al cuero beige.
Soñé que mi rostro se tornaba tan colorado como mi acelerado corazón.
Entre café y cereales dimensioné que ya era un hecho.
Trámites con forzada lentitud. Inspiré profundo y avancé.
Conmoción y encantamiento en colores de caleidoscopio.
Sonrisas sinceras y brillantes, ojos ávidos y húmedos.
Abrazo apretado con el mayor entusiasmo.
Incuestionable reciprocidad.
Burgués exquisito que encandilaba.
Un año en máximo goce y comunión, pregonando la vida.
No pude con su éxito y popularidad.
Todas lo veneraban. Colegas, alumnas.
Aún sabiéndolo solo mío padecía.
Dolor, dilema, titubeo.
Inseguridad que jugó la peor pasada.
Definí retornar.
El taxi arribó cuando él operaba.
En su escritorio, una carta.
En mí, angustia letal.
Nunca volvería a Madrid.
Madrid es EL y EL es Madrid.