Fuí plantando mis semillas
entre besos y caricias
con el cielo de testigo
el amor se alzó de prisa.
Aunque el sol de las mañanas
derramaba su esplendor
en las tardes mas heladas
se fugaba su calor.
Entre inviernos y lloviznas
comenzó a florecer
una rosa fidedigna
del olvido y del placer.
Aquella rosa floreciente
sus espinas desdeñó
y cuan mar al desbordarse
mi paisaje destrozó.
Y el sol al asomarse
entre nubes de cristal
intentó resplandeciente
las semillas reparar.
Pero solo aquel desierto
en su vista reflejó
adornado en cuya rosa
el olvido floreció.