Un cuento de hadas antes de no irse a dormir
No hay ninguna calle que nos extrañe
ni una promesa de dedos letárgicos
para incumplir,
por culpa de los baches
en los que de ombligo,
uno tropieza
Nada.
Tú tienes la alocución de contarte la vida
en tu muerte tirando a morir;
tirada,
en un malabar hecho por niños, en edad temprana.
Yo tengo la costumbre de contar de mi vida
y nunca -siquiera- en semejanza de espejismos
acercarme a las gaviotas que anidan en su orilla.
[Es extraño ser dos extraños
con un cuento en común.]
Es extraño,
sospecho por mera alevosía de misterios
que reposan en los personajes de mi atrapasueños;
sospecho que somos dos cartas extraviadas
de la prisión lúdica de algún funesto instrumento.
Era la cuna,
el lugar perfecto para narrarnos
y ser la fractura inalcanzable de un sismo paralelo.
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