Mi queja es sencilla y razonable,
y no más le pido, señorita,
me escuche con tierno corazón,
como mujer
que habla consigo misma
en sus momentos íntimos.
Verá. Me persiguen.
No sonría, es cosa seria
lo que vengo hablarle.
Le disculpo
pero no hablo en balde.
Me despierto en mi humilde morada
con mi señora y parentela,
soy un hombre cualquiera.
Pero ya rápido empiezan a acosarme
antes de llegar al baño,
la cosa tiene reaños.
Es horrible, se lo aseguro.
Varias voces surguidas de la radio
me urgen a informarme
de no se qué producto,
y yo me doy un susto,
porque después
de un tipo con prisas
se oye otro,
encareciéndome deje todo
para enterarme
del invento promocionado.
Todos los días lo mismo,
estoy cansado.
Y no vea lo que me venden,
lo que no necesito siempre.
Cambio de cadena mientras termino,
mas continúa el desatino.
Una voz de timbre pausado
me introduce en un desaguisado
entre dos políticos muy cucos,
que siempre dicen las mismas necedades
para pasarlas por verdades.
Cierro el aparato
pero no hay que fiarse,
comienza irse al traste
el no ser perseguido por grey
de vendedores y listillos.
Porque tiene que saber
que me venden mucho,
sí, pero que mucho.
Me venden un coche muy grande
y una moral estrecha.
Me venden la arruga es bella
y un tratamiento de belleza.
Me venden un curso a distancia
y en el aprender constancia.
Me venden un programa político
y a desconfiar de las mentiras.
En suma,
me venden una fea realidad
disfrazada de bonito sueño.
Sobre todo me venden
señoras muy requetebuenas.
No hay sitio donde no estén
pero en la tele hacen su agosto,
esa extraña gente
suspirando por mi atención
cual vampiros de mi querido ocio.
No me dejan en paz, señorita,
y mis niños
empiezan a ser investigados.
Me persiguen, os lo juro.
Quieren mi dinero,
mis hígados
mi culo.
Quieren que sea su esclavo,
pero yo no me lo callo.
Me mienten mucho,
pero de verdad, mucho.
Hacen pasar lo bello por tonto
el azúcar por la sal,
la sardina por el trucho
la carne por vegetal.
Y en calles,
cines y periódicos, igual.
De internet mejor no hablar.
Se cuelan hasta en las raíces
con tal de vigilarte
y de paso enmarañar el patio.
Ya no se qué hacer,
de nuevo se lo juro.
A usted me encomiendo
justicia o cordura pidiendo.
Resuelva mi caso confuso.
Póngase en mi lugar
si no es pedirle demasiado.
Me venden aficionados
por grandes actores.
Me venden muebles y ventiladores.
Me venden su historia y costumbres
como verdaderas,
para convencer son la repera.
¿Pero me escucha señorita?
Le repito que no quiero
una póliza de seguros
un juego de cuchillos
un lugar exótico
un curso interactivo
una roída esperanza.
¿No me comprende?
No se lo tome a chanza.
ME PERSIGUEN.