Apenas nací fui libre
Luego quisieron amordazarme
Quisieron desteñirme
A mil cárceles de profundidad.
Allí la vida era la voz cuando te quema
Era la encelada rabia, la ruin clemencia
De caminar descalzos sobre las cadenas.
Allí los niños vendían su imaginación
A cambio de monedas.
Los adultos cremaban los palacios del alma
Y banderas flameaban, destruyéndonos.
Pero entre los altos muros, una flor
De vez en cuando, y sigilosa, aparecía.
A mil cárceles de profundidad.
Allí ser libre era elegir tu calabozo
Era reflejarte en escaparates de espantosos zapatos.
Era descuartizar los sonetos de la rebeldía
Para dejar resonando a mitad de la noche botellas vacías
Para llenar las urnas de promesas que nada salvo la noche prometían.
Para llenarte la voz de palabras descosidas.
Para que se te calle el alma,
A mil cárceles de profundidad.
Me dieron una bandera, un dios,
Comida a cambio de mis días
Y pantallas que nos volvían ciegos
Y discursos que nos hacían sordos
A mil cárceles de profundidad.
Yo dije ser un hombre libre
Y quisieron comprarme, quisieron venderme.
Estafarme, corromperme. Atarme.
Pero de mí
Salieron volando todas las golondrinas,
Peregrinando hacia la libertad.
Y nada pudo detenerme
A mil cárceles de profundidad.