José Jacinto Corredor Cifuentes

AZUL

Fuego del corazón en la mañana fría

que calienta las fibras

del alma llorosa de penas;

frío del alma en la tarde calurosa

que contrasta el ambiente

que rodea el pensamiento.

 

Fuego y frío a una siento

cada vez que miro el río

correr bajo los puentes de madera

como corren las vidas de los amantes,

los niños, los malos y los buenos

hacia un desconocido sino.

 

Fuego y frío a una siento

cuando veo el corretear de las gacelas

por los campos de floridas hiervas

que se aplastan bajo sus leves cascos

y luego impávidas se yerguen;

me parecen las almas de los hombres

que se inclinan y levantan

del dolor al paso.

 

Frío y fuego siento a una

al pensar en los miles

de almas que trabajan sometidas

al vil yugo del magnate,

que se ufana del dinero

que aquellas día y noche amasan

con sangrantes manos, cerebros vacuos

y escuálidos esqueletos.

 

Frío y fuego a una siento

cuando veo que en mí mismo

hay un pedazo del dolor del mundo,

de la esclavitud de muchos,

de la explotación de todos.

 

Porque ... somos todos

lo que son los otros

 y cada uno lleva en sí la angustia

del dolor que sufren ellos.

 

El magnate, el niño, los amantes,

las gacelas, las hiervas y las almas,

los buenos y los malos, conmigo

forman una inmensa muchedumbre

que se arrastra como el río bajo el puente

sin importarle el calor de la tarde

ni de la mañana el frío.