Tú me impregnaste tu aroma,
a mi lado, junto al río,
y aún perdura y me desborda
el perfume que respiro…
Y la sonrisa que adorna
ese rostro tan angélico
tiene luz como una antorcha
y es faro de mi navío.
Y en las noches, solitarias,
cuando yo sueño dormido,
tu perfume está en mi almohada
y la abrazo como un niño.
Suena el viento en mi ventana
y la Luna llora lirios,
que pongo sobre tu cara,
para adornar mis instintos,
que por verte entre mis sábanas,
suspiran tu aroma limpio.
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