Oscar Perez

Gran vals del ciudadano

Gran vals del ciudadano

 

Lo que pasa, ciudad, es lo siguiente:

tu cansancio se agita como un tren afiebrado,

tu balcón se derrumba, comido por el odio

y tu piel no permite mejor flor que el abandono.

Duerme, ciudad, y, en vez de aparecerte

como un bus asesino, conviértete en un árbol,

en una pluma roja que acote las auroras

y anote el aclarar con altas alas transparentes.

Dime, ciudad, el secreto más terrible

de tus ciegos al sol, de tus muertos al aire,

de tu felicidad fundamentada en la desdicha.

¿Por qué tu paz mendiga entre ancianos destronados,

por qué tu tren se esconde de los besos de tu bruma,

por qué colchones, ratas , fiebres, vasos rotos

en vez de golondrinas en el altar de tus vecinos?

¿De quién es la función de traicionar el cielo,

de habitar el dolor, de beber en el encierro,

de fecundar con sombras las calles del empeño?

Tienes, ciudad, una canción en cada párpado,

en cada lagrimón que sucio rueda por tus vidrios,

que no lo veas por el sol que te lastima en cada herida

es cosa del ayer, ya cicatrízate y da el salto.

Lo que te pasa, ciudad, es que nos amas

y de tanto vernos tristes te oscureces,

te llenas de decretos imposibles,

como no mirar las flores, no besarse

ni anidar en ministerios o cuarteles,

te alejas de nosotros entre harapos,

te apegas a un rincón de la gran tienda,

te niegas a mirarnos como somos,

ya ciegos, ya increíbles, ya castrados por la mala historia,

ya simples ciudadanos sin más voto que el silencio.

Lo que pasa, ciudad, es que también te amamos,

por eso es que queremos libertad en todas partes,

justicia en tu balcón, un pase usted en cada puerta

y besos, besos, besos entre el guardia y la florista,

entre el ministro y su abogado, entre las flores y la estrella.

Devuélvenos la paz con que tus torres se elevaron,

la fuerza de tu Adán, el bello encanto de esas Evas

y al hijo que sin ti no tiene madre que lo ampare

ni padre que lo eduque en sus deberes cotidianos.

Dedícanos, ciudad, tu bello vals en plena plaza

y arráncanos la voz para cantarte en las esquinas,

amémonos, ciudad, que lo que pasa es que olvidamos

que entre el hombre y tu verdad hay más que un simple verso,

hay un secreto porvenir que fecundar juntos del brazo.

 

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07 02 13