Los días de lluvia son una mosca, escarbando
las peceras vacías que quedaron en el pan.
Dentro del pan,
nos faltan los peces nadando
en las elipses que trazan los ebrios
gozando del milagro de orinar vino.
Mi soledad se ha cosechado en mi aliento
tanto que cuando despojo de mi boca,
al gusano espiral fente a una ventana
la soledad se jacta del cadáver de mi lengua
y lame los cristales dejando a sus hijos
diseminados en aquellos días de lluvia.
Los días de lluvia son hijos de mi lengua.