Sentado estaba Simón
sobre un árbol de guayaba
animado apuntalaba
un diminuto carbón;
sobre un pequeño cartón
versos de amor escribía
que luego le llevaría
con una flor a su amada,
estrategia bien pensada
buena impresión lograría.
Pensó que su poesía
la dejaría encantada
y una vez entusiasmada
su corazón ganaría;
todo fácil parecía
y ya estaba bien tramado
el poeta entusiasmado
creyose era pan comido,
más se sintió confundido
pues poema no ha logrado.
Pese a todo lo intentado
ni inspirase ha conseguido
esquivo verso perdido
rehúye desaforado;
las palabras se han tornado
manchas de negro carbón
repujado está el cartón
de zurcidos garabatos,
que de tantos arrebatos
quedó sucio cual limpión.
Con cada intento fallido
más se abrumaba Simón
y aquel bendito cartón
por mil borrones mullido…
Con pensamiento aturdido
en tan cruel predicación
rebuscaba inspiración
en fragancias y colores;
queriendo versar amores
desde profunda emoción.
Una avecilla curiosa
que en el guayabo anidaba
atenta a Simón miraba
en su tarea afanosa:
-Ha de ser labor tediosa
hallar palabra concisa,
que el sentimiento precisa
para expresar en razón
lo que siente el corazón
siendo inspiración omisa.
Con sus cantos meditaba
cómo aquel pobre poeta
ya en el cartón hizo grieta
por donde el verso drenaba…
Mientras Simón intentaba
coronar su dulce empeño,
con penoso desempeño
garabatea ilusiones
y en medio de frustraciones
buscaba salvar su sueño.
Logrando verso pequeño
suspira alegre el poeta
tras ver estrofa completa
torna semblante en risueño:
“Mujer con rostro de ensueño
luz radiante en mi mañana
vengo yo hasta tu ventana
con flor y verso sentido,
pongo corazón rendido
a tus pies mujer galana.”
“Si de sus labios bebiera
mas flores le traería
un jardín le plantaría
detrás de la chayotera…
Si usted me correspondiera
los ojos yo le besara
para que en nadie posara
esos ojitos de estrella.
¡Qué no haría mujer bella
pa que usted a mi me amara!”