José Jacinto Corredor Cifuentes

REBELDÍA

 

Dicen que la más altiva sociedad es buena,

dicen que es deshonra mucha un amor humilde.

¡Deshonra! ¡Ay, me río de quienes tales cosas

decir se atreven sin memorar su humilde cuna!

 

Do se encuentra la virtud si no es la humildad,

do el perfume más apetecido y más costoso

si no es en la timidez de la violeta

y en la sencillez de los geranios

que escondidos entre las hiervas del camino crecen

y al peregrino con dulzura premian, que junto

a ellos cruza y con sus plantas olla?

 

¡Ay! ¡Que no conozco sociedad!

Me río de tales barbotadas, el sólo fruto

de orgullos infundados, propios de sociedades

ya muertas en los pliegues de los siglos

pasados donde los nobles eran tenidos

por gentes que llevaban sangre azul.

 

¡Sangre azul! ¿Quiénes sangre azul llevan en sus venas?

Nadie! ¡Ah!  los cancerosos sólo.

De quién nació el Redentor Jesús?

No fue de la nobleza, ni arrullado fue en cunas

de oro, ni hermosas doncellas y criados

le rodearon y sirvieron. ¡No!

Fue de una humilde virgen, humilde pero santa.

La más santa criatura  que hubiera el Creador

formado nunca, nunca. Fue María.

 

¿Qué es la rancia sociedad?

Inmensa multitud de podredumbre henchida,

do no se halla el verdadero amor, ni comprensión,

ni esa dicha que hacen del hogar un lindo cielo,

premisa del que ya eternamente gozaremos

junto a Dios un día para siempre.

 

Es que acaso la riqueza o la ciencia llevan

en su compañía la felicidad ansiada?

Es que acaso esa felicidad encontrarse puede

donde no hay entendimiento,

ni amor, ni simpatía juntos?

 

Es que acaso en un infierno engendrarse puede amor?

O es que donde el oro no brilla no puede haber

siquiera un dejo de lo que tanto el hombre busca

sobre la faz terrena?

O es que sin ellos es desgraciada la vida?

Jamás tal cosa haya sido dicha.

 

No importa hermosa amada mía que tempestades

se alcen furibundas y con brío, con afán de romper

la dicha nuestra que apenas empezamos

a beber con ansiedad suprema.

 

De lo nuestro nada saber quieren y pretenden

dar fin con desprecios, con burlas y reproches

a la flor que ya a exhalar comienza

del amor los tímidos perfumes.

 

Conduélense de aquellos cuyo amor no es entendido

mas no quieren darse cuenta que ellos mismos

en la carne propia están viviendo

una historia semejante a esas.

 

Estas quejas que del alma salen son las notas

más sentidas que del fondo indómitas brotaran

en muchos años huérfanos de amor.

Sigamos amor mío, no obstante, amándonos mucho,

marchemos por siempre felices.