Dicen que la más altiva sociedad es buena,
dicen que es deshonra mucha un amor humilde.
¡Deshonra! ¡Ay, me río de quienes tales cosas
decir se atreven sin memorar su humilde cuna!
Do se encuentra la virtud si no es la humildad,
do el perfume más apetecido y más costoso
si no es en la timidez de la violeta
y en la sencillez de los geranios
que escondidos entre las hiervas del camino crecen
y al peregrino con dulzura premian, que junto
a ellos cruza y con sus plantas olla?
¡Ay! ¡Que no conozco sociedad!
Me río de tales barbotadas, el sólo fruto
de orgullos infundados, propios de sociedades
ya muertas en los pliegues de los siglos
pasados donde los nobles eran tenidos
por gentes que llevaban sangre azul.
¡Sangre azul! ¿Quiénes sangre azul llevan en sus venas?
Nadie! ¡Ah! los cancerosos sólo.
De quién nació el Redentor Jesús?
No fue de la nobleza, ni arrullado fue en cunas
de oro, ni hermosas doncellas y criados
le rodearon y sirvieron. ¡No!
Fue de una humilde virgen, humilde pero santa.
La más santa criatura que hubiera el Creador
formado nunca, nunca. Fue María.
¿Qué es la rancia sociedad?
Inmensa multitud de podredumbre henchida,
do no se halla el verdadero amor, ni comprensión,
ni esa dicha que hacen del hogar un lindo cielo,
premisa del que ya eternamente gozaremos
junto a Dios un día para siempre.
Es que acaso la riqueza o la ciencia llevan
en su compañía la felicidad ansiada?
Es que acaso esa felicidad encontrarse puede
donde no hay entendimiento,
ni amor, ni simpatía juntos?
Es que acaso en un infierno engendrarse puede amor?
O es que donde el oro no brilla no puede haber
siquiera un dejo de lo que tanto el hombre busca
sobre la faz terrena?
O es que sin ellos es desgraciada la vida?
Jamás tal cosa haya sido dicha.
No importa hermosa amada mía que tempestades
se alcen furibundas y con brío, con afán de romper
la dicha nuestra que apenas empezamos
a beber con ansiedad suprema.
De lo nuestro nada saber quieren y pretenden
dar fin con desprecios, con burlas y reproches
a la flor que ya a exhalar comienza
del amor los tímidos perfumes.
Conduélense de aquellos cuyo amor no es entendido
mas no quieren darse cuenta que ellos mismos
en la carne propia están viviendo
una historia semejante a esas.
Estas quejas que del alma salen son las notas
más sentidas que del fondo indómitas brotaran
en muchos años huérfanos de amor.
Sigamos amor mío, no obstante, amándonos mucho,
marchemos por siempre felices.