El aparente vivir sin sentido cierto
y errante vagar de humo abierto,
Es como de azucenas pléyades,
que en el yermo crecen sin tardes,
ni arroyos de corriente estupefacta.
Hay campos donde el jilguero pacta
con la orquesta sinfónica del viento.
El pulular de la vida es un portento
que no admite preguntas ni razones;
solo, en el alma sabia, entonaciones
para que de la belleza la luz pueda
llenar aquella, y que la oscuridad ceda.
Porque cada ser lleva siempre grandeza:
vemos a la abeja en su real presteza
ir y venir en viento y flor transcurrida,
¿cuándo la hemos visto al pétalo dormida?
Y también al cordero dulce de la campiña,
tan manso que pastorearlo podría una niña,
¿cuándo lo hemos visto destrozar a su hermano?
El jumento que llora cada hora en el llano
dura carga recibe en sus encallecidos lomos,
¿no es un ejemplo para los que peregrinamos?
El conejo de ojos de crepúsculo y piel blanca,
que parece orar con su leve peso al anca.
El portentoso y verde pino que a su sombra
nos cobija, que no hace excepción, ni cobra,
¡Es en verdad, ejemplo vegetal sumo!
También el naranjo, con el de la naranja zumo
y sus gratos azahares nos ofrece amar:
¡El milagroso don de no recibir y dar!