Hugo Emilio Ocanto

No te dejaré un peso (Monólogo)

No estoy acostumbrado

a estas indiferencias.

A esta falta de respeto.

Sabes que hace tiempo

estoy mal de salud.

Que estoy prácticamente solo.

A pesar de todos mis sirvientes.

Hoy no los tengo.

Tienen su día libre.

Ayer te llamé diciéndote

que hoy vinieras a visitarme.

¡Y no lo has hecho!

¿Sabes el sentimiento

que tienes hacia mí?

¡Ninguno! Solo interés.

Interés monetario.

Intereses personales

de la herencia

que pueda llegar a dejarte.

¡Sí, que pueda llegar

a dejarte!

¡No tienes sentimientos

como un nieto

debe tener hacia su abuelo!

¡Y tú nunca me los has

demostrado!,

y yo aquí, solo...

¡Estoy pasando mi vejez

en una total soledad!

Podría tener decenas

de mujeres a mi lado.

Pero todas estarían conmigo

por mi dinero.

Como lo estuvieron tus padres.

Ya no están en esta vida. No, 

y a pesar de la indiferencia

que tú has heredado

hacia mí, los recuerdo con amor.

Tu padre era mi hijo,

y tu madre, su mujer.

Pero nunca me quiso.

Decía que yo era

un viejo decrépito

y un avaro.

Y nunca permití que tu padre

aceptara sus caprichos.

¡Claro, total, el que

tenía que pagar los

gastos era yo!

Después que tuve 

el accidente con el auto,

y me dejó postrado

durante años,

ellos, incluso tú,

pocas veces me visitaron.

Sin embargo, cuando  necesitaban

dinero recurrían a mí.

Ellos y tú.

¡Todos!... Y así estoy,

con un bastón

para poder sostenerme

y andar por esta

inmensa casa. Solo.

¿Piensas que será tuya?

No te ilusiones.

¿Dónde estás ahora

que te necesito?

Aún no has llegado.

¡Y son ya las nueve de la noche!

¿Tan importantes son

tus aburridas

y estúpidas reuniones

que no puedes acercarte

para acompañar a tu abuelo?

Bien. ¡Te arrepentirás!...

¡Mañana mismo haré

cambio de testamento

y no voy a dejarte un peso!

¡Quedará todo a nombre

de una institución benéfica!

¡Para ti, nada!

Tendrías que volver

a ser niño... un bebé,

como hace veintitrés años...

¡Estoy cansado de ser de abuelo

tonto! Nadie ya me quiere.

Por mi vejez.

Por mi imposibilidad física.

Por mi fealdad.

Mi madre me ha parido

con este rostro...

horrible, lo sé.

Pero tengo un corazón.

Un corazón que siente,

ama y sufre.

¡Pero te vuelvo a repetir!

¡No recibirás de mí

un peso, olvídate!...

¡Con el corazón desgarrado

por la decisión que tomaré,

pero firme en ella!.

¡Mañana será otro día,

pero mañana pensaré

lo mismo que ahora!

Voy a acostarme.

Espero funcione

este maldito ascensor...

¡Socorro, auxilio!...

¡No hay luz! ¡No puedo abrir

la puerta! ¡César! ¡César!

Nieto querido,¡ven a socorrerme!...


Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto - 15/02/2013)