Sus pies dormidos y blancos,
sus tobillos de lujuria,
sus muslos, dos cordilleras
que ante el pubis se juntan.
¡Yo me adentro por ellas
escarbando la penumbra!.
escalo el monte de Venus
y entre marañas oscuras
doblo y sigo avanzando
por su curvada cintura.
Mis manos,
inquietas recorren
improvisados caminos,
el valle de su vientre,
la suave y perfecta llanura
abierta para los hijos
que mis besos dibujan,
y llego hasta sus pechos
donde turgencias maduras
vierten su néctar de amor.
Toda...
Toda mi oscura pasión
escondida en un suspiro.
El magma de sus volcanes
derrite mi corazón
y yo,
peregrino de amor,
sólo por no morir,
al cuello,
su blanco cuello
me prendo
como un vampiro.