"El amor a veces tan extraño es,/ que como pintura abstracta puedes verle./ Lo pones al derecho y al revés/ y no sabes qué título ponerle"
Cuando llega el amor y no lo identificamos,
quizá porque con otro sentir lo confundimos,
tiene su importancia intacta y no se la damos
y hay un te amo que por cobardía no decimos.
Cuando llega el amor y nos trae nuevos bríos
y a ese ánimo al final no le correspondemos,
por preferir ser indiferentes o por ser tan fríos,
no lo llegamos a valorar hasta que lo perdemos.
A veces al amor ante nosotros ya lo tenemos
y por alguna razón, ni cuenta de eso nos damos.
Enamorados como locos puede que estemos,
pero otro nombre a ese sentir le inventamos.
Es entonces cuando los “te amo” no nos salen,
cuando las promesas hechas pierden su valor.
Cuando las caricias y los besos de nada valen
película en blanco y negro... que era a color.
Cuando el amor llega y nos pasa desapercibido
y no cumple la misión aquélla para la que vino,
luego se nos hace tarde para salvarlo del olvido
y nos faltarán fuerzas para crearle otro camino.
Y hablaremos en pasado de todo lo que fue él
y en tiempo presente de cuánto nos arrepentimos
y la nostalgia atacando en cada poro de la piel
dirá en nuestra consciencia lo tontos que fuimos.
Llegó el amor y así, como si nada lo dejamos ir,
el amor se siente, se expresa, no sólo se escribe,
como unos malos maestros enseñamos a morir
al sentimiento que muy dentro de las almas vive.
Un “te amo” quiso salir y no pudimos decirlo
y mientras tanto el tiempo continúa pasando,
ojalá que no se nos ocurra hablar de revivirlo
en momentos cuando ya lo estén sepultando.