Era media noche y te seguía esperando,
que abrieras la puerta de mi alcoba para entrar
y yo, envuelta en fragancia de jazmines
en la penumbra y el silencio te deseaba
que llegaras, con la lumbre de tu amor
para que nuestro lecho se incendiara.
¡ Al fin llegaste ! pero me defraudaste,
al sentir que estaban mustias tus caricias
porque la gragancia del deseo que anhelaba,
la dejaste impregnada en otro cuerpo
y no te diste cuenta al acercarte a mí,
que ansiosa yo esperaba tu llegada
para que el calor de tu pecho me quemara
y nuestro lecho se incendiara de pasión.
Pero tú, habias apagado en otros brazos,
la llama que conmigo no quiso encender
y yo em mi alma agonizaba por la pena,
como agonizan las tinieblas,
en la llegada del amanecer.