Sentado en la orilla del mar,
Mirando no sé, qué cosa,
Vi, como salía, del agua,
Una rubia, muy hermosa.
Yo, no había visto jamás,
Una mujer, tan bonita
Más de pronto, medí cuenta,
De que era, una sirenita.
Vino nadando, a la orilla,
Con una amplia, sonrisa
Su pelo se alboroto,
Con el viento y con la brisa.
Sus ojos, eran azules,
Tan azules como el mar
Sus labios eran dos rosas,
Partidas por la mitad.
Me tire, temblando, al agua,
Para intentar de besarla
Me, asió, por la cintura,
Y hasta el fondo, me llevaba.
Allí, en el fondo del mar,
Tumbada sobre la arena
Con ansias desesperadas,
Le hacía el amor, a mí adorada, sirena.
Ella daba coletazos,
con ojos de sorprendida
Al notar entres sus piernas,
Que algo ardiente se moví.
,
Chille grite como loco,
Algo diferente yo, sentía
Los pechos de mi sirena,
En mis toras, los hundía
Me subió, para respirar,
Pero ni tiempo, me dio
Cuando con sus labios rojos,
Mi boca a fuego tapo.
Nos sumergimos de nuevo,
Y antes de al fondo, llegar
Me aferraba fuerte mente
Y no me quiso, soltar.
Cuando quedo, desvanecida,
De tanto hacer el amor
Volví, de nuevo, a las rocas,
Mi sirena me sigo,
Gritando como una loca.
“No te vayas, amor mío”
“Si te vas, muero de pena”,
“Pues en hacer, el amor,
Con humanos…
Soy, la primera Sirena”.
Vuelvo a ese al lugar, cada noche,
Ella me espera,
Con su risa iluminada
Y me canta bellas melodías
De sirena enamorada.
Me acurruco en sus pechos
Pujantes bien formados
Como cucuruchos de fresas y limón
Y me aprieta tan fuerte,
Como si quisiera meterme para siempre,
En su tierno corazón.
Autor Joaquín Méndez.
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