Acumulé un baúl lleno de recuerdos sutiles, inteligentes, de afectos profundos. Creía haber vivido cuestiones máximas, pero no. Apareciste y se fueron los parámetros, pasaste a ser el único hito, El Referente.
Increíblemente llegaste, me movilizaste y me despertaste de ese letargo que era una renuncia a la vida. Me había entregado, había sentido dolor y voluntariamente me había acorazado, huyendo de los estímulos emocionales. No voy a negar que cuando te conocí pensé que “sólo” pondrías un poco de color en mi gris, no más que eso. Pero entraste en lo profundo, me invadiste, inundaste todos los sentidos, y me elevaste a más no poder. Qué linda comunión teníamos.
La cuestión cotidiana era el empuje, la meta: esperar la hora del encuentro le daba valencia al resto del día. Hasta la despedida tenía encanto, pues sabíamos que nos regocijaríamos en eso de extrañarnos sintiendo que nos teníamos. Y así pasaron días, semanas, meses. ¿Cómo dejar de sostener tu mirada profunda, cómplice, ávida y brillante? ¿Cómo no atacarte a besos? ¿Cómo contener los “Te Quiero”? Indescriptible: el cielo se puede tocar con las manos.
Ha de ser regla eso de que lo bueno no es perdurable. Concientizo que nunca había sentido de ese modo, realmente. Yo me consideraba una mujer “con recorrido”, pero lo cierto es que hasta tu llegada todo fue espejismo. Y vos estrenaste mi alma, mi corazón, mi mente, mis ansias. Te quería tanto, tanto. Y sé que me quisiste. Pero claro, cuando el afecto es Amor, comienzan las complicaciones.
Surgió en vos una corriente “de propiedad única”. Y me diste a “elegir: El resto de mi vida o Vos. Y eso no era una elección válida. Ilógico. Qué tristeza saberte tan “pedestre”. Que desilusión verte en el lugar común del hombre promedio y predecible. Para mí eras magno, eras diferente, único. Y demostraste ser alguien terriblemente corriente. Gracias a esta decepción aún tengo fuerzas para sentirme bien prescindiendo de vos. Nunca te hubiera imaginado tan terrenal, tan prosaico.
Hace 3 meses que no te veo, pero me siento inmune. Me entregué. Soñé, disfruté, atesoré. Te extraño. Y volvería, claro que volvería. ¡¡Ya!! Todos los componentes de mi esfera personal más vos. No lo aceptás. Y yo no puedo vivir sujeta a tu necedad. Sería un desatino, algo absurdo.
M.-
10.07.08
Pd: Te voy a copiar una parte de una carta de Paul Eluard a Gala, cuando ella lo dejó por Dalí, para que entiendas CÓMO ES “QUERER BIEN….”
"... He vivido contigo durante casi 20 años una vida gozosa, pese a los despechos. Ha sido una vida entera. Ahora la vida me resulta totalmente vana. La vida de un vencido.
Pero no soy pesimista. Ahora soy más sabio. La tristeza es un saco de plomo.
La crispación de tus rasgos, la fuerza de tus ojos, todo ello me sostiene.
No quiero que se pierda.
Seguramente volveremos a vernos.
Lo importante es que te cuides bien.
Hay tantas cosas que nos vincularán para siempre..."