María

Mi Cruce con Bioy Casares

Buenos Aires. Recoleta. La Biela.

Mañana dominical.

Otoño.


 

Algo me llevó a levantar la vista del texto.

No podía creer quién estaba a menos de cinco metros.


 

Inconfundible.

Idéntico  a sus fotos.

Abrigadísimo.

Un  bastón en una mano y el brazo de su asistente lo ayudaron a acomodarse.


 

Nos  separaba sólo una mesa.

Adolfo Bioy Casares y su Realismo Mágico.

Uno de mis favoritos!


 

Perpleja y nerviosa  respiré hondo.

No lo replanteé porque sabría mi respuesta: NO.

Me quité las gafas y lentamente me acerqué a su mesa.


 

No recuerdo qué logré verbalizar al saludarlo.

El Caballero, con la ayuda del bastón, se incorporó y estrechó mi mano cálidamente.

Agitada, sólo le dije que había leído su obra completa, mientras el no me quitaba la mirada del rostro.

Temí incomodar y me despedí.

En ese momento, El Escritor me dio un imperceptible beso en mi  colorada mejilla.

Y pronunció: “Tienes la mirada más bella que los ojos”

 


Su halago y sus saludos me convirtieron, en mi interior, en “Una Elegida”.

El resto del fin de semana sólo pude hablar del encuentro, de él y sus obras.



Y volví a colocar en mi mesa de noche “Dormir al Sol”, e “Historias Desaforadas”.

Esa primera noche no dormí. 

Desvelada, con “Hambre de Bioy”.

Leí el primero de sus libros.

Guardé el segundo para un momento más frenético y desmesurado.