Una caricia, es una declaración de amor al espíritu, a los sentidos y a la piel. Sentir el suave roce de tus dedos de seda en mi cuerpo, es flotar libremente por un espacio de terciopelo, o volar en medio de nubes de algodón con los ojos cerrados, y despertar de este efecto, sólo para seguir soñando.
Las caricias que tú me das, dejan secuelas en mi ser. Recibir un leve toque de tus sentimientos en mí, es ir de ida y vuelta a la gloria y al infierno; a la gloria, porque estar en ese momento sublime es permanecer un instante en la eternidad; y al infierno, porque al regresar de la gloria sólo me la paso anhelando volver otra vez.
Me encantan tus caricias que llenan de magia y fantasía, cada una de mis células, pero amo con locura aquellas que tocan la esencia de mi existir, esas que ponen de cabeza lo que no es tangible en mí, me refiero, a las que hacen temblar aquel sentir que no se puede describir con palabras, pero que es real.
Sentir gotas de pétalos lloviendo sobre mí, es sentir cómo se sacude todo mi mundo por ti. Con tan sólo percibir las caricias de tus ojos de miel, sobre toda mi sustancia, me derrito y siento cómo zarandeas y saturas con delicadez la totalidad de mis átomos; con ternura, dulzura y calidez.
Verme de pronto magicando en el país de las maravillas, no tiene otra explicación, mas que haber recibido una tierna caricia de ti. Tú me transportas a otra dimensión, cada vez que tus labios se funden ligeramente con los míos, sensiblemente, este efecto causado, se apodera totalmente de mis sentidos, de mis pensamientos y de mi alma.
Dejarme mimar por tus roces perfectos, es elevarme hasta el cielo y disfrutar la manera cariñosa, de cómo tomas mi corazón en tus manos, y de cómo palpas finamente cada uno de mis latidos, hasta haber penetrado en lo más recóndito de mis sentimientos; a ese lugar, donde sólo se puede filtrar una apacible y simple caricia.
Una caricia, es una declaración de amor al espíritu, a los sentidos y a la piel. Es una promesa, un juramento y un convenio que haces conmigo, cada vez que me tocas o me ves. Es flotar libremente por un espacio de terciopelo, o volar en medio de nubes de algodón, es despertar de este efecto, abrir los ojos y seguir soñando.
e.g.