(Una dama de Guatemala)
Amiga, estamos solos;
tu olor me embriaga,
a penas, abro tu boca,
y me hablas, me consuelas,
estas con migo, y no te amo,
pero, te vierto en mi alma
como el agua de redención
en la hierba seca, y dueles.
Amiga, estamos solos;
mi boca absorbe tu aliento
que se queda abrigándome,
abrigando mi frio interior
en cada palpitar, y mi corazón
se agita en el torbellino
de pensar en ella.
Amiga, estamos solos;
yo pienso en ella y tú me llamas,
mi mano lleva tu boca a la mía
y ese beso ardiente y dulce
humedece mis ojos,
hambrientos de ella, tú me llamas
y ni como buscarla, porque;
amiga, estamos solos.
Amiga, estamos solos;
tu piel brillante, me enloquece
eres la dama gallarda, y cálida,
la extranjera casual que encontré
al buscar, por sentirme solo,
me acompañas, me ves, te vacías;
te tiendes al llanto,
y tus lagrimas, iguales de dulces
ya no hieren como antes
al hablar de amor.
Amiga, estamos solos
y no te amo, te bese hasta quedar
tu vacía, y tu ultima lagrima bebí
me diste tu fuerza, tu aliento,
y no durará hasta mañana,
no se cómo he de pagar,
si siento aun que la amo,
esta noche estuviste con migo
y yo siento aun que la amo,
ya no me llamas, te he usado,
cierro tu boca, y no te abrazo,
puedo ver a través de tu piel
y me veo si te acerco a mí,
me alejo de ti, y lo lamento,
me convenzo que la amo,
y otra ves pienso en ella,
por que; amiga, estoy solo.
Managua, Nicaragua.