Los niños buenos,
ni grítan ni dáñan.
Van a la escuela,
con gran ilusión
y un chaleco antibalas.
Compárten la gaseosa
y la sabrosa vianda,
con los mismos compañeros
que los insúltan
y pórtan navajas.
Dios los protege
hasta volver a casa.
Ni la ley,
ni los maestros,
pueden hacer nada.