¡Siete, cuatro, siete, Jumbo poderoso!
Que tocado de las manos del averno,
en cenizas te hallas convertido,
tú que mil veces conquistaste
las alturas con tu atronador empuje
y majestuoso por el cielo te encumbraste
siendo portador de dicha y de progreso,
hoy es doloroso en pedazos contemplarte
esparcido por el limo de la tierra.
Fuiste el ara donde se inmolaron
el hermano, el amigo y el artista;
mejor altar los dioses no encontraron
que tu estructura de inmortal gigante.
Hoy por eso mi pluma dolorida
desgarra, que no entona como antaño,
un verso triste y compungido;
mi pluma que te cantara otrora,
por lo que significaste entonces,
para una empresa, para un pueblo,
que en tí vieron avanzar su técnica
y enarbolar de la patria el estandarte
llevándolo de mundo por las cimas,
te canta un Réquiem y al Todopoderoso
implora que de tus escombros se levante
pujante y poderosa para siempre,
la gloriosa estirpe que te engendrara
y que tu caída, tan sólo un escollo sea,
en camino abrupto que a la cumbre lleva.