CENIZA Y NIEVE.
En el dorado olor de una mañana
Trajiste tu alegría pasajera
Cerca de mis otoños oxidados
Besando con tus labios, primaveras.
El sol, un rato antes, despedía
La marcha de un verano polvoriento
Y se guardó el calor en la maleta
De días agrietados, mar y vientos.
Vadeaste las tormentas y las lluvias
Las tardes carcomidas del estío
Las huérfanas arenas de las playas
La tarde amenazada por el frío.
Tenía tu presencia ya olvidada
Y el estupor de verte en el camino
En las postrimerías de mi sangre
Estremeció el azul de mi vestido.
Te recordaba ya ceniza y nieve
En la breve memoria de la carne
Y un resplandor de fugaz aleteo
Iluminó las sombras de la tarde.
Una leve caricia olvidada
Entre brumas de inciertos recuerdos
Sacudió mi quietud polvorienta
De memoria dormida y cansada.
Porqué Para posarte sordo y ciego
Porqué, pregunto, llegaste de nuevo
Hasta el alero frágil de mi alma
Para dejar tu brevedad de cielo?
Porqué llegaste a mi vida de nuevo
Como un ángel que espanta al invierno
Sacudiendo borrascas y al frío
Que estremecen mi techo y mi suelo?
No quiero tu espejismo en mi inocencia
Ni el contraluz de plomo de tu cuerpo
La incertidumbre gris de tu silueta
La claridad fugaz de tu presencia
Si emigré a un país del olvido
Y me fui sin hablar, sin decir nada,
Sobriamente emprendiendo la ruta
Y abrazando la paz del camino.
Tu recuerdo me pesa en la espalda…
Mi remoto y paupérrimo sueño
Me sorprende tan rota y tan quieta
Como un ancla clavada en el alma.
Sueño blanco de leve vapor…
Un duende exhausto y frágil
Que ya no tiene puertas para entrar
En el dorado olor de la mañana…
Así es mi amor.
CRISTINA CAMMARANO- para "Verónica Arteaga".