Murialdo Chicaiza

Mi poema

Poema mío, tan mío

como el raudal de luna

que cae de las montañas.

 

Mi poema es de agua

de todas las latitudes.

Poema duro e hiriente:

como el reparto

de la orfandad.

Como una sandalia en el lodo.

 

Mi poema ha cambiado

no se hospeda en las sombras,

es aire que se recoge

con los puños,

es un camino errante.

 

Si yo fuera el poema

que escribo,

sería grito sin eco,

vigilia que se escapa.

 

Mi poema no canta,

ha dejado de hacerlo

es una oración de 5 minutos

por el reprís de la historia.

 

Mi poema es natural

como el sudor o el pan,

las ondas y sus silencios.

Sonríe,

y apenas sabe hacerlo.

Sin forma

como mi universo.

Solano,

meditando mil borrascas,

humano

como sus fallas

(y las piedras).

 

Mi poema quiere ser

como cuando los astros se miran,

como una madre sin pechos,

como cuando los rayos

se deshacen en lunas

que caen de la montaña.

 

Mi poema es un dolor

que apenas duele

por el mucho doler.

 

Es buscar tras la pluma

la solución a mi pena,

a tu pena,

a tus pies con hambre

de rumbos.

 

Cuando la quietud abre mis ojos

hago mi poema

Y retengo mis sueños

para oír la caída de la Luna

tras las montañas.

 

Mi poema protesta

contra las caderas

con precio,

tras las vitrinas del aire.

 

Es evangelio mi poema,

sin la firma de Cristo.

Solo repito lo que han dicho

las cruces en todos los tiempos,

y una de ellas señala

mi tumba de Luna

que ha caído

tras las montañas.