Poema mío, tan mío
como el raudal de luna
que cae de las montañas.
Mi poema es de agua
de todas las latitudes.
Poema duro e hiriente:
como el reparto
de la orfandad.
Como una sandalia en el lodo.
Mi poema ha cambiado
no se hospeda en las sombras,
es aire que se recoge
con los puños,
es un camino errante.
Si yo fuera el poema
que escribo,
sería grito sin eco,
vigilia que se escapa.
Mi poema no canta,
ha dejado de hacerlo
es una oración de 5 minutos
por el reprís de la historia.
Mi poema es natural
como el sudor o el pan,
las ondas y sus silencios.
Sonríe,
y apenas sabe hacerlo.
Sin forma
como mi universo.
Solano,
meditando mil borrascas,
humano
como sus fallas
(y las piedras).
Mi poema quiere ser
como cuando los astros se miran,
como una madre sin pechos,
como cuando los rayos
se deshacen en lunas
que caen de la montaña.
Mi poema es un dolor
que apenas duele
por el mucho doler.
Es buscar tras la pluma
la solución a mi pena,
a tu pena,
a tus pies con hambre
de rumbos.
Cuando la quietud abre mis ojos
hago mi poema
Y retengo mis sueños
para oír la caída de la Luna
tras las montañas.
Mi poema protesta
contra las caderas
con precio,
tras las vitrinas del aire.
Es evangelio mi poema,
sin la firma de Cristo.
Solo repito lo que han dicho
las cruces en todos los tiempos,
y una de ellas señala
mi tumba de Luna
que ha caído
tras las montañas.