Con tu amor y con mi amor, amada, sembramos en nuestro liliputiense huerto una simiente de lechosa que nació, creció y fructificó.
¡Con cuánto amor la cuidamos hasta que se hizo esbelta!
Luego llegaron las flores, blancas cual las de azahar del naranjo.
Y después sus minúsculas frutas que vimos crecer, lentamente, como a nuestros hijos.
¡Cuánta felicidad, amada, después de muchos intentos frustrados!
¿Son estas frutas, ahora verdes, pero más tarde amarillas, cual el oro puro, las flores que a mí me encantan y los rayos del sol, un premio vegetal a nuestros desvelos, cuidados y perseverancia?
¡Bendita lechosa de múltiples nombres!
¡Bendita lechosa que embelleces nutres y sanas a las personas sin pedir nada a cambio, ni siquiera agua en abundancia ni tierra abonada¡
¡Bienvenida seas a mi huerto y el de mi amada!