Roberto Hernandez

Ven a ser mi cómplice

Ven a ser mi cómplice,

fuguemonos a otros mundos,

ocultémonos del sol,

marquemos el estándar

del amor apasionado.

 

Acampemos nuestro amor

en las órbitas mas lejanas.

Pequeñas lunas envidiaran

nuestra loca aventura

inalterable por su satelital mover.

 

En un rincón lejano de esos mundos,

donde el cielo sea rojo,

donde la luna luzca mas luces,

aun mas que la aurora boreal,

ahí te entregare mi alma fugitiva.

 

No habrá otro pan para mi, no.

Solo tu vientre que esta lleno,

como copa que rebosa,

como mar infinito en oleadas,

como fuente de la vida.

 

Desayunare de tus carnes,

tus labios serán un precipicio.

Saltare, caeré en ellos infinitamente,

hasta que un día, repentinamente,

el destino de mi caída sean tus pechos.

 

Y así mi viaje, el nuestro,

sera la aventura mas profunda

en que el ser humano pueda echarse,

en que dos almas puedan convivir

hoy y por la eternidad, jamás.

 

Viajaremos, volaremos, nadaremos,

seremos una nube de materia,

el polvo que viene del polvo

y que se convertirá en amor

por la eternidad de los siglos.

 

Hasta que un día, uno glorioso,

nuestro andar mágico,

nuestro viaje por los cuerpos celestes,

nos permita llegar al destino anhelado,

y nos haga a ambos encontrarnos uno al otro.